El duelo es un proceso caracterizado por un conjunto de representaciones mentales, emociones y comportamientos vinculadas a una pérdida afectiva (Nomen, 2008). Implica el restablecimiento del sistema de comunicación del individuo, una reorganización tanto general como de las relaciones que conforman el sistema familiar, la redistribución de los roles y la adaptación a una nueva realidad (Pereira, 2002). Requiere tiempo: se estima que suele tener una duración aproximada de entre seis meses y un año.
No hay dos duelos iguales en cuanto es un proceso necesario y único para cada persona (Nomen, 2008), en el que diversos factores acompañan a la pérdida:
- Contexto en el que se produce la muerte y las creencias respecto a la misma.
- Relación interpersonal con el fallecido.
- Edad, sexo, personalidad y situación vital de quien sufrió la pérdida.
- Características de la familia. En el caso particular de los niños es importante si ellos tienen o no un padre o una figura de apego primaria con la que puedan permanecer después del fallecimiento.
- Apoyo y estrés con los que los allegados del niño viven el proceso de duelo.
- Recursos externos de apoyo emocional y psicosocial.
- Recursos internos de quién ha sufrido la pérdida. Es decir el temperamento, la personalidad, las ideas, la tolerancia a la frustración y la resiliencia.
Fases del duelo
Bolwby (1982) plantea cuatro fases del duelo que se pueden encontrar tanto en niños como en adultos.
Fase de entumecimento o shock: en esta primera fase nos encontramos ante una fuerte desesperación. Las reacciones son de negación, no aceptación y a menudo turbación.
- Fase de anhelo y búsqueda: se caracteriza por la búsqueda de la persona fallecida y un período de nostalgia y melancolía. La persona puede sentirse apática e indiferente, presentar agitación y pensamientos continuos sobre la persona que falta.
- Fase de desorganización y desesperanza: en esta tercera fase, la realidad empieza a asentarse y la persona puede sentirse arrastrada por los acontecimientos. Suelen presentarse sentimientos de desesperanza, relacionados con pensamientos frecuentes acerca de recuerdos y momentos compartidos con el fallecido.
- Fase de reorganización: a lo largo de esta fase los aspectos más incapacitantes del duelo comienzan a remitir y la persona empieza a experimentar una mejora en su día a día, siendo progresivamente más capaz de lidiar con sus emociones. Puede aparecer una sensación combinada de alegría y tristeza.
Duelo familiar
Según Bowlby (1982), la pérdida de un ser querido es la mayor crisis a la que puede tener que hacer frente un sistema (en este caso, familiar) ya que se trata de una situación que puede suponer una amenaza para su existencia. Por este motivo, el sistema familiar se ve obligado a poner en marcha nuevos mecanismos de adaptación con el fin de hacer frente a la nueva realidad en cualquier circunstancia.
El objetivo del duelo parece ser el establecimiento de nuevas bases en la nueva configuración del sistema familiar que, a pesar de ser un sistema que surge del anterior, no puede ser el mismo, pues falta uno de sus miembros principales.
Desde una perspectiva más sistémica, se adopta un papel defensivo, pues se deben redistribuir los roles: reagrupamiento de la familia nuclear, intensificación del contacto con la familia extensa, treguas en los conflictos familiares. Se entiende que todas estas conductas están dirigidas a la protección y ayudan a la reorganización (Nomen, 2008).
El duelo en los niños
La pérdida de un familiar en la infancia siempre es una situación complicada, con características diferenciadas en función del momento evolutivo en que se encuentre el niño. A lo largo de la infancia el niño se encuentra en proceso de desarrollo tanto a nivel físico como cognitivo y emocional, lo implica también que su capacidad de resolver problemas aun está desarrollándose.
En tanto que el niño es dependiente de los adultos, el proceso de duelo estará determinado tanto por las circunstancias inherentes al niño, como por las circunstancias del entorno y de las personas cercanas: actitudes de los adultos, aspectos emocionales y afectivos, situación económica y social (Pereira, 2002; FMLC, 2016).
¿Cómo reaccionan los niños ante la muerte en la primera infancia?
A esta edad, debido al nivel de desarrollo mental del niño, éste aún no es capaz de comprender el significado de la muerte a un nivel racional. Por este motivo, el niño experimenta el duelo como un período de separación y abandono que representa una amenaza para su seguridad y equilibrio afectivo (Pereira, 2002; Nomen, 2008).
El duelo entre los cuatro a los seis años
Algunas de las respuestas más comunes ante la pérdida observadas a estas edades pueden ser: (Pereira, 2002; Díaz, 2016):
- Perplejidad,
- Regresión,
- Expresar el dolor a través del juego,
- Miedo a morir o a otra pérdida.
Se trata de un periodo evolutivo caracterizado por un estilo de pensamiento más concreto y mágico. Dada la concreción del pensamiento del niño, se produce una concepción más limitada del tiempo y de la muerte, pudiendo aparecer pensamientos de que la persona vuelve a la vida. También son comunes creencias irracionales como que la muerte puede ser contagiosa. Por este motivo, los niños a esta edad pueden hablar de la pérdida como si fuese algo cotidiano e incluso hacer que juegan con la persona fallecida. Según esta visión del acontecimiento, el niño puede considerar que la persona fallecida sigue con su día a día.
A nivel emocional y conductual, es común que el niño demuestre su necesidad de protección a través de una regresión, es decir, presencia de conductas más inmaduras con respecto a su edad (mojar la cama, pesadillas, miedo a la separación).
A esta edad puede resultar necesario explicar más de una vez el fallecimiento, sus circunstancias, el significado y las implicaciones de la muerte. Con el fin de lograr una mejor comprensión, podemos mencionar los muchos momentos de la vida cotidiana en los que la muerte nos rodea: plantas, animales etc.
Por otra parte, resulta conveniente evitar expresiones que indiquen que la persona fallecida puede volver como “se ha ido”, “ se ha perdido”, así como vincular el fallecimiento a una causa concreta “se ha quedado dormido para siempre y no se va a despertar”. El estilo de pensamiento concreto propio de esta etapa puede generar confusión y temores en relación con este tipo de explicaciones en las que se disfraza la realidad, provocando temores como miedo a perderse o no volverse a despertar.
¿Cómo reaccionan los niños ante la muerte de los seis a los diez años?
En esta etapa de desarrollo, el niño necesita conceptualizar el hecho de la muerte. Se trata de una etapa en la que el niño suele tener adquirida la habilidad de comprender la muerte, aunque aun no está preparado para afrontarla o reaccionar racionalmente (Pereira, 2002; Díaz, 2016).
Algunas de las respuestas que pueden aparecer a estas edades :
- Negación: pueden presentarse reacciones muy variadas entre la agresividad y la indiferencia. En los casos en los que el niño se muestra indiferente es probable que el niño sienta un bloqueo y una tristeza tan grandes que ha creado una barrera para que el fallecimiento no interfiera en su día a día. Necesita oportunidades para llorar o expresar la pérdida. En algunos casos, puede que incluso necesite que le demos permiso para expresarse.
- Idealización: insistencia en que el fallecido era perfecto. En este tipo de respuesta el niño se relaciona de forma imaginaria con la persona, incluso puede llegar a hablarle, jugar o escribirle.
- Culpabilidad: es una respuesta muy común, en especial cuando el niño presenta cierto embotamiento afectivo (no puede expresar la tristeza). Es importante que si niegan sus emociones considerándose “valientes” no se le corrija o recrimine, pues podría aumentar el sentimiento de culpa. Es importante tener en cuenta que los niños con sentimientos de culpa pueden necesitar ayuda más especializada para superar la situación.
- El miedo y la vulnerabilidad: el niño intenta ocultar los sentimientos, en especial ante los niños de su misma edad, por miedo a sentirse diferente.
- Se ocupan de los demás: en algunas ocasiones pueden aparecer conductas en las que el niño opta por tomar el relevo de la persona que falta, adoptando de alguna manera su rol. Por ejemplo, asumir la tarea de cuidar de sus hermanos cuando el niño ha perdido a uno de los progenitores.
- Buscar a la persona que ha fallecido: el niño puede buscar a la persona fallecida. Ante este tipo de reacciones, lo más recomendable es dejarle hacer o normalizar la situaciones, explicándole o haciéndole ver que nosotros también a veces le buscamos. Ante estas reacciones se recomienda controlar los tiempos, y en caso de aparecer de forma muy prolongada, buscar ayuda especializada.
El duelo entre de los diez a los trece años
En esta etapa de desarrollo las preocupaciones del niño se relacionan con la forma y grado en que la pérdida afecta a la vida cotidiana, el impacto que genera la pérdida y el sufrimiento de las personas que le rodean. A esta edad, resulta relevante explicarles que la muerte es una parte de la vida y que lo habitual es que sea dolorosa, aunque debemos ayudarles a percibir que es posible seguir adelante.
Nuestro ejemplo les puede servir de guía y debemos dejar que colabore siempre que quiera, aunque siempre evitando frases del tipo: “ahora eres el hombre de la casa”, “hay que ser fuerte”, “a tu papá, mamá (el fallecido) no le hubiera gustado verte triste”. En lugar de este tipo de afirmaciones, que pueden generar sentimientos de culpa y exceso de responsabilidad, debemos normalizar la situación, mostrándo ánimo pero sin presionar al niño por sus emociones (Pereira, 2002; Díaz, 2016).
Cuentos para trabajar el proceso de duelo
Para siempre (Ed. Lóguez): se trata de una familia de animales formada por Nutria, Topo, Zorro y Liebre que se enfrentan a la despedida de uno de sus miembros. Es un pequeño homenaje a un familiar fallecido. Es útil en los últimos cursos de educación infantil y primeros cursos de primaria.
El pato y la muerte (Ed. Pasos de luna): es una lectura recomendada a partir de los 6 años donde el pato protagonista establece un diálogo con la muerte. Es un libro más apropiado para hablar del concepto de muerte en general.
No es fácil pequeña ardilla (Ed. Kalandraka): es un cuento muy completo para trabajar las emociones que experimentan los niños en el proceso de duelo, lo importantes que son los recuerdos y mantenerlos en el corazón.
Julia tiene una estrella (Ed. La Galera): se trata de la madre de Julia que le explica a su hija que se va a trabajar a una estrella. Es un caso de enfermedad terminal. A partir de 7 años.
Vacío (Ed. Barbara Fiore): es un cuento que aborda el tema de la pérdida, tristeza y desolación. Ideal para trabajar la resiliencia y la resistencia a la adversidad.
Autora: Sandra Aguado Llinares
Referencias
Díaz Seoane, P. (2016). Hablemos del duelo. 1st ed. [ebook] Madrid: Fundación Mario Losantos del Campo.
Nomen, L. (2008). Tratando el proceso de duelo y de morir. Madrid: Pirámide.
Pereira, R., Kreuz, A., Ramos, R., Vázquez, N., Gómez, A., Llona, S. (2002). El duelo. Revista Mosaico. Vol. 18, Nº 1-2, pp.48-61.
Bolwby, J. (1982) Loss: Sandness and Depression (Attachment and Loss). Random House.
© Psise: Servicio de Psicología Clínica del Desarrollo. Unidad de Observación y Diagnóstico Funcional.