Es conocido que el modo en el que los padres interactúan con su bebé tiene un peso significativo en el desarrollo funcional, cognitivo y emocional de su hijo.
Las investigaciones más actuales sobre el desarrollo físico y mental del bebé alcanzan un nivel de detalle ulterior: hacen hincapié en la capacidad de la madre de responder de manera adecuada al propio hijo. Este concepto se define técnicamente “responsividad materna” y se ha demostrado que influye en la forma en la que el niño se desarrolla y se relaciona con el entorno.
Siempre según diferentes investigaciones, esta habilidad de respuesta (o responsividad) implica diferentes competencias de la madre como: su nivel de aceptación-rechazo emocional en la interacción (por ej. se puede simplemente decir “no” o decirlo con hostilidad y rechazo); su nivel de accesibilidad (por ej. se puede ser accesibles físicamente a un abrazo o mentalmente no accesibles porque se está viendo la televisión); su nivel de sensibilidad (es decir la capacidad de entender las señales del bebé y sus necesidades en un llanto, en una sonrisa, en una expresión de la cara, etc.); su nivel de cooperación a la exploración (por ej. mostrar al bebé un nueva forma de uso de un juguete, dejarle que gatee mientras se le espera con paciencia, etc.).
En otras palabras las investigaciones más actuales subrayan que ser mamá (o papá) supone estar disponible y físicamente accesible, aceptando las características únicas de nuestro hijo, entendiendo las necesidades que muestra, sus mensajes y promoviendo el desarrollo de conductas exploratorias.
Es importante tener en cuenta que el modo en que una madre (o un padre) se enfrenta a las nuevas etapas de desarrollo de su bebé parece estar relacionado con patrones de interacción temprana con sus progenitores (los abuelos). De todas formas algunos modelos personales se deberían volver a analizar cuando por ejemplo nuestro hijo, cerca de los 8 meses, comienza a explorar el entorno, y nuestro rol debería ser apoyarle y cooperar con él, permitiéndole una exploración libre y de calidad.
En caso de trastorno del desarrollo o de discapacidad, teniendo en cuenta una mayor dificultad de entender los mensajes y las dificultades específicas, el bebé puede estar en mayor riesgo de que su desarrollo se ralentice, si sus padres no interactúan con él de un modo altamente responsivo. En estos casos trabajar la responsividad resulta todavía más importante para ayudar a madres, padres y niños a maximizar su potencial de aprendizaje durante sus rutinas diarias.
Interacción y desarrollo del lenguaje
Durante el primer año de vida, el niño explora objetos, juega, vocaliza. Todas estas acciones son parte esencial de su desarrollo cognitivo y social. Las respuestas de la madre, del padre o de un cuidador estable hacia estos comportamientos constituyen indicadores de afecto, atención, comunicación y funcionamiento cognitivo. A esto llamamos “sensibilidad parental”.
Los estudios afirman que las madres que responden rápidamente, de forma contingente y apropiada a las actividades de sus hijos inculcan mejor el sentido de autoeficacia, motivación, seguridad y apego en los niños.
Algunos autores defienden que la mejor ocasión para aprender el lenguaje es cuando el discurso del adulto está focalizado en el niño o en su actividad y es relevante para él. Es decir, que el mejor momento para desarrollar el lenguaje es en situación de atención conjunta con un usuario “avanzado”, como por ejemplo el padre o la madre.
Tenemos, pues, como padres y madres, que responder a las vocalizaciones, juegos e iniciativas comunicativas de nuestros hijos con afirmaciones sobre las acciones del niño, aportando etiquetas verbales a los objetos y eventos. Compartir estos momentos además de favorecer su desarrollo lingüístico favorece su autoestima y seguridad.
En definitiva, la sensibilidad parental asegura que madre, padre e hijo compartan una manera de mirar el mundo, una base que permite al niño interpretar y dar sentido a las expresiones adultas durante la conversación padre-madre-hijo.
Referencias:
Kim, J.M., & Mahoney, G. (2004). The effects of mother´s style on children´s engagement: implications for using responsive interventions with parents. Topics in early childhood special education, 24 (1), 31-38.
Mahoney, G. Fors, S. & Wood, S. (1990). Maternal directive behavior revisited. American Journal of Mental Retardation, 94, 398-406.
Sandall, S., McLean, M. & Smith, B. (2000). DEC – Recommended Practices in early intervention/ early childhood special education reston, VA: Division of Early Childhood.
Tamis-LeMonda, C.S., Bornstein M.H., & Baumwell L. (2001). Maternal Responsiveness and children’s achievement of language milestones. Child Development, 72(3), 748-767.