Maduración cerebral, emociones y decisiones en la adolescencia

A pesar de que gran parte de la evolución de las estructuras cerebrales se produce a lo largo de los primeros años de vida, existe una segunda etapa de maduración de estructuras cerebrales durante la adolescencia y juventud, aproximadamente situada entre los 11-12 años y alrededor de los 24 (Spinks, 2000; Yurgelun-Todd, Killgore, & Young, 2002; Casey, Jones, & Somerville, 2011; Paus, 2005).

Entre los cambios neurológicos que se producen en este segundo período se han señalado alteraciones en la proporción materia blanca – materia gris, el aumento de la mielinización o el aumento del cuerpo calloso, entre otros (Barnea-Goraly et al., 2005; Sowell et al., 2001, 2002; Giedd et al., 1999).

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La existencia de procesos neurológicos en desarrollo, que puedan dar una base a la menor coordinación entre aspectos comportamentales, emocionales y cognitivos puede tener implicación en la comprensión de aspectos que tradicionalmente han sido asociados a los cambios hormonales durante la pubertad. Así, algunos autores han señalado que la conducta durante el periodo adolescente se encuentra determinada, además de por los cambios hormonales, también por cambios a nivel cerebral y sináptico (Jensen, 2015; Marina, 2014).

La reorganización sináptica que se produce en la adolescencia se ha comparado con la sensibilidad del periodo de desarrallo sensoriomotor en la infancia. Poniendo ambos periodos de desarrollo en un nivel similar, diversas investigaciones han subrayado el relevante papel de la experiencia externa durante el periodo adolescente (igual que ocurre en la infancia), en el desarrollo de funciones de tipo ejecutivo y de la cognición social (Roaten & Roaten, 2012; Blakemore & Choudhury, 2006).

A pesar de que el impacto de esta maduración continua del desarrollo emocional, intelectual y comportamental aún se encuentra en proceso de ser investigado, existe evidencia considerable de que durante la segunda década de la vida se producen numerosos cambios en la estructura y funciones cerebrales, especialmente en las regiones y sistemas relacionados con la inhibición de respuestas, la calibración de riesgos y recompensas y la regulación emocional (Steinberg, 2005).

Por cuanto atañe al adolescente con desarrollo normativo o típico, comprender la función y posibles repercusiones de estos procesos madurativos puede ser de ayuda en la comprensión de las diferencias en el juicio, la toma de decisiones, en la asunción de conductas de riesgo y en la búsqueda de sensaciones (Steinberg, 2004). Con respecto a los jóvenes con desarrollo atípico, permite proporcionar una explicación basada en aspectos neurológicos y evolutivos del motivo por el que la adolescencia es un periodo en que se incrementa el riesgo de aparición de un amplio rango de dificultades emocionales y comportamentales (Steinberg et al., 2006).


Toma de decisiones y asunción de riesgos

Según Reyna y Farley (2006) el nivel de competencias de razonamiento alrededor de los 15 años es comparable con el existente en la etapa adulta. Es decir que, de manera general, los adolescentes no presentan menor capacidad que los adultos en la percepción del riesgo o en la estimación de la propia vulnerabilidad ante el mismo. Sin embargo, la asunción de riesgos es producto tanto del razonamiento lógico como de factores psicológicos menos estables temporal y contextualmente.

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A diferencia de las habilidades de razonamiento, las competencias psicológicas que apoyan la toma de decisiones y moderan la asunción de riesgos (control de impulsos, regulación emocional, retraso de la recompensa o resistencia a la influencia del entorno) siguen madurando a lo largo de la juventud (Steinberg, 2004). Es decir, que los adolescentes no tienden a asumir más riesgos por no ser capaces de comprender y evaluarlos, sino por una menor capacidad para regularse y controlarse en la toma de decisiones.

A nivel neurológico, la tendencia a la asunción de riesgos puede relacionarse con la interacción entre dos redes cerebrales: 1- la red socioemocional y 2- la red de control cognitivo.

  1. La red socioemocional se ha relacionado con áreas límbicas y paralímbicas del cerebro, una región interna que implica la amígdala, el núcleo estriado, el córtex orbitofrontal, el córtex medial prefrontal y el surco temporal superior.  Se trata de una red especialmente sensible a los estímulos sociales y emocionales, y muy relevante en el procesamiento de la recompensa. Según algunas investigaciones esta red se reestructura en la adolescencia temprana a través de los cambios hormonales de la pubertad.
  2. La  red de control cognitivo, relacionada con funciones ejecutivas como la planificación y la autorregulación e un área cerebral que madura progresivamente a lo largo de la adolescencia, de manera independiente a la pubertad hormonal (Steinberg, 2004). Se trata de una red compuesta por regiones externas del cerebro, entre las que se incluyen el córtex prefrontal y parietal lateral y las partes del córtex cingulado anterior con las que conectan estas áreas.
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En muchos casos, la asunción de riesgos es el producto de una competición entre ambas redes: socioemocional y de control cognitivo (Drevets y Raichle, 1998). La adolescencia es un periodo en que la red socioemocional)se convierte rápidamente en más asertiva o reactiva, mientras que la red de control cognitivo se fortalece progresivamente.

En los casos en que la red socioemocional no se encuentra altamente activada, el control cognitivo puede tener la suficiente fuerza como para imponer la regulación sobre el comportamiento impulsivo o de riesgo, incluso en las primeras etapas de la adolescencia. Sin embargo, dentro del contexto del grupo de pares, o en condiciones de especial activación emocional, la red socioemocional puede imponerse sobre el control cognitivo.


Referencias

  • Barnea-Goraly, N., Menon, V., Eckert, M. et al. (2005). White matter development during childhood and adolescence: A cross-sectional diffusion tensor imaging study. Cerebral Cortex, 15, 1848-1854.
  • Blakemore, S. J., & Choudhury, S. (2006). Development of the adolescent brain: Implications for executive function and social cognition. Journal of Child
    Psychology and Psychiatry, 47(3/4), 296-312.
  • Casey, B. J., Jones, R. M., & Somerville, L. H (2011). Braking and accelerating the teen
    brain. Journal of Research on Adolescence, 21(1), 21-33.
  • Dahl, R. E. (2001). Affect regulation, brain development, and behavioral/emotional health in adolescence. CNS spectrums6(1), 60-72.
  • Drevets, W.C. y Raichle, M.E. (1998). Reciprocal supression of regional cerebral blood flow during emotional versus higher cognitive processes: Implications for interactions between emotion and cognition. Cognition and Emotion, 12, 353-385.
  • Giedd, J. N., Blumenthal, J., Jeffries, N. O., Castellanos, F. X., Liu, H., Zijdenbos, A. y Rapoport, J. L. (1999). Brain development during childhood and adolescence: a longitudinal MRI study. Nature neuroscience2(10), 861-863.
  • Jensen, F.E. (2015). The Teenage Brain: A Neuroscientist’s Survival Guide to Raising Adolescents and Young Adults. HarperCollins, 2015.
  • Paus, T. (2005). Mapping brain maduration and cognitive developmnet during adolescence. Trends in Cognitive Science, 9 (2), 60-68.
  • Reyna, V. y Farley, F. (2006). Risk and rationality in adolescent decision-making: Implications for theory, practice and public policy. Psychologival Sciencie in the Public Interest, 7, 1-44.
  • Roaten, G. K., & Roaten, D. J. (2012). Adolescent Brain Development: Current Research and the Impact on Secondary School Counseling Programs. Journal of School Counseling10(18), n18.
  • Sowell, E. R., Delis, D., Stiles, J., & Jernigan, T. L. (2001). Improved memory functioning and frontal lobe maturation between childhood and adolescence: a structural MRI study. Journal of the International Neuropsychological Society7(3), 312-322.
  • Sowell, E. R., Trauner, D. A., Gamst, A., & Jernigan, T. L. (2002). Development of cortical and subcortical brain structures in childhood and adolescence: a structural MRI study. Developmental Medicine & Child Neurology44(1), 4-16.
  • Spinks, S. (2000). Adolescent brains are works in progress, here’s why. Nature, 404.
  • Steinberg, L. (2005). Cognitive and affective development in adolescence. Trends in Cognitive Sciences 9 (2), 69-74.
  • Steinberg, L. (2004). Risk taking in adolescence: what changes, and why?. Annals of the New York Academy of Sciences1021(1), 51-58.
  • Steinberg, L., Dahl, R., Keating, D., Kupfer, D. J., Masten, A. S., & Pine, D. S. (2006). The study of developmental psychopathology in adolescence: Integrating affective neuroscience with the study of context. En D. Cicchetti y D. Cohen (Eds.) Developmental psychopathology Vol 1: Theory and Method. Wiley.
  • Yurgelun-Todd, D. A., Killgore, W. D., & Young, A. D. (2002). Sex differences in cerebral tissue volume and cognitive performance during adolescence. Psychological Reports, 91(3), 743-757.

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