Aunque ser perfeccionista puede ser considerado socialmente deseable, establecerse como objetivo ser perfecto suele ser, además de inalcanzable, extremadamente agotador.
El perfeccionismo puede volverse perjudicial para la persona cuando se combinan metas elevadas y la tendencia a valorar negativamente la actuación de uno mismo (Frost et al., 1990). Afirmaciones del tipo “debería haberlo hecho mejor”, “aún no está del todo bien” son el reflejo de algunas de las creencias que pueden señalar un estilo de pensamiento en el que el perfeccionismo se mezcla con las consecuencias negativas.
¿Pero de verdad que para hacer las cosas bien no hay que cometer errores?
Los errores son un parte esencial en el aprendizaje, en el crecimiento como personas. Cometer errores, saber valorarlos y, a partir de ellos, mejorar en la siguiente ocasión es lo que nos hace evolucionar hacia un objetivo. Si, por el contrario, nos quedamos estancados en la detección del error, nunca adelantamos hacia el objetivo quedando bloqueados, inseguros e insatisfechos.
Diversas investigaciones han relacionado el perfeccionismo extremo con tendencias a experimentar sentimientos de culpa y fracaso, indecisión, vergüenza y baja autoestima (Hamachek, 1978, Hollender, 1965, Patch, 1984, Solomon et al., 1984, Sorotzkin, 1985).
Una actitud del tipo “mi trabajo está acabado, pero no te lo puedo enseñar porque es malo” se relaciona con una obsesión por las imperfecciones cometidas, hasta el punto en que el mínimo error puede hacernos sentir unos fracasados, a pesar de que se haya alcanzado el objetivo propuesto (Hamachek, 1978).
La preocupación excesiva por la posibilidad de cometer un error puede conducir a bajar el listón de nuestros propósitos personales por miedo al fracaso más que por necesidad de logro. Es decir, podemos llegar a inclinarnos por tareas más fáciles o en las que creemos que vamos a destacar, dejando de lado otros objetivos alcanzables, aunque con mayor riesgo.
Consecuencias negativas del perfeccionismo extremo
Algunas de las consecuencias negativas más comunes en las personas extremadamente perfeccionistas suelen manifestarse en distintos ámbitos de la vida de la persona.
A nivel cognitivo pueden llegar a darse preocupaciones y dudas acerca de si lo hemos hecho bien, pensamiento rígido en términos de “blanco – negro”, junto con creencias negativas que afectan tanto al bienestar personal como a las relaciones interpersonales.
- A nivel emocional pueden aparecer malestar, sentimientos de culpa e ineficacia relacionados con una extrema auto-exigencia. Este malestar puede llegar a cronificarse, hasta el punto que los logros no se disfrutan, nada es suficiente y siempre se encuentra un motivo para pensar que no se ha llegado al nivel.
- A nivel de autoconcepto, la tendencia a la autocrítica y la sensación frecuente de “poder haberlo hecho mejor” generan sentimientos de ineficacia personal que pueden afectar seriamente a la autoestima.
- A nivel de salud y equilibrio mental, el perfeccionismo también se ha relacionado con formas más severas de psicopatología como el alcoholismo, trastornos de alimentación, depresión y trastornos de personalidad (Burns et al., 1978; Patch, 1984).
¿Hay que evitar ser perfeccionista?
No necesariamente, lo importante es buscar el punto medio. Tener ambición de hacer las cosas bien por un lado puede considerarse positivo en tanto que supone un impulso para esforzarnos. Sin embargo, es importante mantener siempre unas expectativas razonables y alcanzables, aceptando que vamos a mejorar por el camino.
Conocer tanto nuestras fortalezas como debilidades y aprender a sentirse satisfecho con los resultados alcanzados (a pesar de poder haber cometido algún error) es una herramienta esencial para prevenir un perfeccionismo exagerado.
Utilizando esta estrategia seremos más capaces de disfrutar de nuestra experiencia del aquí y ahora, evitar posibles daños emocionales y crecer como personas.
Referencias
- Burns, D.D. y Beck, A.T. (1978). Cognitive behavior modification of mood disorders. En J.P. Foreyt y D.P. Rathjen (eds.) Cognitive behavior theraphy (pp-109-139). New York: Plenum Press.
- Frost, R.O., Marten, P., Lahart, C. y Rosenblate, R. (1990). The dimensions of perfectionism. Cognitive Therapy and Research, 14 (5), 449-468.
- Hamachek, D.E. (1978). Psychodynamics of normal and neurotic perfectionism. Psychology, 15, 27-33.
- Hollander, M.H. (1965). Perfectionism. Comprehensive Psychiatry, 6, 94-103.
- Patch, A.R. (1984). Reflections of perfection. American Psychologist, 39, 386-390.
- Solomon, L.J. y Rothblum, E.D. (1984). Academic procrastination: frecuency and cognitive-behavioral correlates. Journal of Couseling Psychology, 31, 503-509.
- Sorotzkin, B. (1985). The quest for perfection: avoiding guilt or avoiding shame? Psychotherapy, 22, 564-571.
Psise: Servicio de Psicología Clínica del Desarrollo. Unidad de Observación y Diagnóstico Funcional.