El sueño: fases, patrones y eficiencia

El sueño es un proceso fisiológico complejo, que se produce generalmente en ciclos de 24 horas. Se alterna con el estado de vigilia y se caracteriza por un umbral sensorial más elevado, cambios específicos en el electroencefalograma (EEG), con variaciones según la profundidad o fase del sueño (Datta, 2010; Markov y Goldman, 2006).

Es una etapa de relativa inactividad física, durante la cual ocurren distintos procesos neuroendocrinos, cardiovasculares, respiratorios, gastrointestinales, de temperatura, que surgen de la interacción del funcionamiento del sistema neuroendocrino, procesos bioquímicos y ritmos biológicos.

A nivel cognitivo, está relacionado con la consolidación de la memoria con efectos para el aprendizaje (Hobson y Pace-Schott, 2002).

Calidad y cantidad del sueño también dependen e influyen en el entorno de la persona, generando fluctuaciones sobre la calidad de vida, el desempeño cotidiano, el comportamiento y la estabilidad afectiva (Quevedo-Blasco et al., 2009; Cortesi et al., 2004; Meijer y Van de Wiltenboer, 2004; Reid et al., 2002; Van Dongen et al., 2003; Vincent y Walker, 2001; Mitru et al., 2002; Rodrigues et al., 2002; Belenky et al., 2003; Rivera et al., 2001; Van Dongen et al., 2003; Kelman, 1999).

Procesos del sueño

El ritmo sueño-vigilia se encuentra principalmente dirigido por dos procesos de bio-regulación: el proceso homeostático y el ritmo circadiano (Borbély, 1982).

El proceso homeostático se dirige a mantener el equilibrio interno del cuerpo mediante procesos de retroalimentación y balance.

El ritmo circadiano se relaciona con el ciclo de luz-oscuridad (Reddy y O’Neill, 2010) regulado por el núcleo supraquiasmático, la actividad de distintos sistemas de neurotransmisores (acetilcolina, serotonina, acido gamma amino butírico -GABA, noradrenalina, histamina, dopamina), aspectos metabólicos y vegetativos (Talero-Gutierrez et al., 2013; Hastings,O’Neill y Maywood, 2007).

La regulación circadiana también se relaciona con la actividad del eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA), que tiene la función de mediar, a través de la segregación de cortisol (hormona relacionada con procesos metabólicos) el afrontamiento del estrés (Scher et al., 2010).

A nivel de actividad cerebral, la vigilia se caracteriza por actividad Alpha (8-13 Hz) en el electroencefalograma (EEG), que varía con la atención y actividad mental, cambiando a ondas de mayor frecuencia y menor voltaje (Swick, 2005). La serotonina, histamina y noradrenalina se asocian con la activación cortical durante la vigilia (Reinoso-Suarez et al., 2011).


Arquitectura del sueño

Según los cambios en el EEG se establecen distintos estadios del sueño, que se distinguen por su nivel de profundidad y variación en los movimientos oculares rápidos.

  • Estadio I NREM. Representa la transición entre vigilia y sueño y se caracteriza por actividad electroencefalográfica de tipo Theta (4,5-7,5 Hz). Suele durar poco tiempo y no llega a ocupar más del 5% del tiempo total de sueño (Colrain, 2005; Sánchez-Planell y Loran, 1991). En los casos de sueño fragmentado, se produce un aumento de la duración y frecuencia de esta fase a lo largo de la noche.
  • Estadio II NREM. Se considera el primer estadio de sueño reconocible y se caracteriza por con “Husos del sueño” (ondas electroencefalográficas de 7-15 Hz), de 1-2 segundos de duración, entre la actividad general de tipo delta (4-7Hz). En esta fase aparecen también ondas llamadas “Complejos K” (ondas lentas bifásicas de amplitud elevada) que reflejan la actividad sináptica y neuronal sincronizada entre el tálamo y el córtex (McCornick y Westbrook, 2013). Ocupa aproximadamente el 50% del tiempo total de sueño (Colrain, 2005; Sánchez-Planell y Loran, 1991). Durante esta segunda fase, se eleva el umbral del despertar, por lo que resulta más complicado que el sueño se vea interrumpido con respecto a la fase anterior.
  • Estadios III NREM y IV NREM. Se considera la fase de sueño profundo y se caracteriza por ondas electroencefalográficas lentas de tipo Delta (0,5-3Hz), de gran amplitud. No hay movimientos oculares y persiste el tono muscular, aunque menor que en estadios anteriores. Constituye un 15-25% del tiempo total de sueño.
  • Sueño REM. Representa un tiempo de activación cortical, relacionado con una transición a una frecuencia electroencefalográfica rápida de alto voltaje con ondas Alpha (8-13 Hz). Durante esta fase, que suele presentarse por primera vez tras aproximadamente 90 minutos del inicio del sueño, se produce atonía muscular generalizada, con excepción del diafragma y músculos oculomotores. También se pueden presentar fenómenos vegetativos como aumento del pulso, de la presión arterial, alteraciones respiratorias (hipopneas y apneas) y suspensión de la termorregulación, entre otras. Constituye alrededor del 20-25% del sueño total (McCarley, 2011). Durante este estadio ocurre la mayoría de la actividad onírica (Sánchez-Planell y Loran, 1991).

La estructura cíclica y duración de las fases del sueño varía a lo largo de la vida. Generalmente, un ciclo de sueño nocturno NREM (del estadio I a IV) tiene una duración aproximada de 90 minutos, y se alterna con ciclos de sueño REM, que tienden a prolongarse conforme avanza la noche, hasta alcanzar una duración de unos 30 minutos al final de la noche (Sánchez-Planell y Loran, 1991).

En las primeras horas del sueño predominan las fases 3 y 4 del sueño lento y, hacia el final de la noche, aumenta el sueño REM o paradójico. Habitualmente, la proporción de fase 1 NREM es de un 2-5%, de fase 2 NREM de un 45-50%, el sueño de ondas lentas (fases 3 NREM y 4 NREM) de un 8-12% y 10-15%. Finalmente la fase de sueño REM (o MOR, Movimientos Oculares Rápidos – Rapid Eye Movement) representa un 20-25% del tiempo de sueño total (Buela-Casal y Miró, 2001; Miró et al., 2002).

A partir del primer ciclo completo de sueño, los sucesivos se continúan alternando con duraciones entre 90-120 minutos de sueño no REM, presentándose un total de entre tres y siete ciclos por noche en adolescentes y adultos. En los niños se ha observado una mayor proporción de sueño REM, relacionándolo con la maduración del sistema nervioso central durante la infancia y preadolescencia (Sinton y McCarley, 2004).


Patrones de sueño

Algunas investigaciones han clasificado distintos patrones según la duración habitual del periodo de sueño de la persona, tras la adolescencia (Moorcroft, 1993; Miró et al., 2002) . Estos patrones tienden a mantenerse relativamente estables en el tiempo:

  • Patrón de sueño corto: media de 5 horas y media diarias.
  • Patrón de sueño largo: más de 9 horas diarias.
  • Patrón de sueño intermedio: aproximadamente 7-8 horas diarias.
  • Patrón de sueño variable: inconsistencia en los hábitos de sueño.

La mayoría de las personas (aproximadamente el 75%) presenta un patrón de sueño intermedio, por lo que suele dormir alrededor de las 7-8 horas diarias, cerca de un 15% duerme menos de 5,5 horas, y un 9% más de 9 horas.

Las personas con patrón de sueño corto o largo muestran los mismos ciclos básicos e igual distribución de las fases el sueño (Benoit, Foret y Bouard, 1983; Miró et al., 2002). En los casos de patrón de sueño más largo, hay menor cantidad de sueño de ondas lentas (Fases III NREM y IV NREM),  mayor cantidad de fase I NREM y II NREM, y mayor cantidad de sueño REM (Miró et al., 2002).


La eficiencia del sueño

La eficiencia del sueño se calcula en base al tiempo dormido y el tiempo que la persona pasa en la cama, de esta manera se obtiene estimación de la calidad y características del sueño de la persona:

EFICIENCIA DEL SUEÑO = tiempo dormido/tiempo pasado en la cama *100.

Una menor eficiencia del sueño se relaciona con patrones de sueño más largos y mayor latencia del sueño. Es decir que más tiempo la persona necesita para conciliar el sueño menos eficiente es el sueño (Benoit et al., 1983).

El ciclo normal de sueño se puede ver alterado por distintas circunstancias, tanto internas como externas a la persona. Procesos afectivos como la ansiedad o la depresión acompañan a alteración del sueño y suelen relacionarse con el insomnio (Smith, Huang y Manber, 2005;  Talero-Gutierrez et al., 2013).

También estados afectivos positivos como la exaltación, alegría, enamoramiento o felicidad pueden afectar al sueño, retrasando su inicio, interrumpiendo su continuidad o, por el contrario, favoreciendo un estado de bienestar general que favorece un sueño profundo y relajado (Baglioni et al., 2010; Brand et al., 2007).


Referencias

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 Psise: Servicio de Psicología Clínica del Desarrollo. Unidad de Observación y Diagnóstico Funcional.