El término inteligencia límite es comúnmente utilizado en salud mental para identificar un funcionamiento intelectual en el límite inferior de la media, que caracteriza distintos perfiles cognitivos y de adaptación del individuo (Artigas-Pallarés, 2003).
Según la clasificación diagnóstica Internacional DSM-5 (APA, 2013), las personas con funcionamiento intelectual límite (V62.89; R41.83) obtienen una puntuación de Cociente Intelectual Total (CIT), medida a través de pruebas estándares actualizadas, en la franja entre 70 y 79, por lo que se encuentran por debajo de la puntuación de inteligencia considerada media o normativa (CIT 80-120). Por otro lado, según la clasificación CIE-10 (Organización Mundial de la Salud – OMS), no se cumple el criterio necesario para que las eventuales dificultades de la persona se puedan considerar propias de una discapacidad intelectual leve (dos desviaciones típicas por debajo de la media; CIT < 70).

Discapacidad intelectual
La discapacidad intelectual (CIT < 70) es una condición patológica cuya principal característica es un desarrollo insuficiente, y que afecta a la adaptación del individuo a su entorno relacional, social y laboral (OMS). Dependiendo de su intensidad, se clasifica como discapacidad cognitiva leve (CIT 50-69), moderada (CIT 35-49), grave (CIT 20-34) y profunda (CIT > 20). Teniendo en cuenta esta definición, la discapacidad intelectual no debe ser considerada como un elemento propio de la persona, sino como una expresión de la interacción entre la persona y el ambiente.
Por esta razón, además de la medición vinculada al coeficiente intelectual (CIT), es fundamental tomar en consideración el funcionamiento adaptativo de la persona en distintas áreas como la comunicación, las competencias de la vida diaria, la responsabilidad social, la autonomía y la autosuficiencia. Se trata de un síndrome con una amplia variedad de cuadros clínicos, que pueden tener su causa en uno o varios factores: genéticos, pre-natales, peri-natales, post-natales y psico-sociales.
- Los factores genéticos consisten en modificaciones genéticas transmitidas por los progenitores a la descendencia.
- Los factores pre-natales corresponden a alteraciones embrionales debidas a infecciones o sustancias durante el embarazo.
- Los factores peri-natales incluyen insuficiencia placentaria, anoxia y traumatismos posteriores al nacimiento.
- Los factores post-natales consisten en eventos posteriores al nacimiento que dañen el cerebro durante el primer año de vida (encefalitis, traumatismos, accidentes vasculares, etc.).
- Los factores psico-sociales incluyen condiciones ambientales poco estimulantes que afectan a la capacidad de adaptación y calidad de vida del sujeto.
Inteligencia límite

Mientras que en la clasificación de la OMS (CIE-10) se clasifica la discapacidad intelectual (CIT < 70) y no se toma en consideración la inteligencia límite (CIT 70-79), en las dos últimas versiones de la clasificación internacional de la APA (DSM-IV, 2000; DSM-5, 2013) se ha incluido la inteligencia límite en la categoría “otras condiciones que pueden ser foco de atención clínica”.
En esta clasificación de los trastornos mentales (DMS-5, 2013) la inteligencia límite o limítrofe se ha categorizado bajo la etiqueta de funcionamiento intelectual límite (V62.89; R41.83) y se ha definido en los siguientes términos:
“Esta categoría se puede utilizar cuando la capacidad intelectual límite del individuo es el objeto de la atención clínica o bien tiene un impacto sobre su tratamiento o pronóstico. La distinción entre capacidad intelectual limítrofe y discapacidad intelectual leve (trastorno del desarrollo intelectual) requiere una evaluación cuidadosa de las funciones intelectuales y adaptativas, y de sus discrepancias, en especial cuando existen trastornos mentales concomitantes que puedan afectar a la capacidad del individuo para seguir procedimientos de prueba estandarizados (p. ej., esquizofrenia o trastorno por déficit de atención con hiperactividad e impulsividad grave).”
La personas con inteligencia límite constituyen una franja de población relativamente amplia, que se ve obligada a afrontar numerosos obstáculos a lo largo del ciclo vital, incrementando el riesgo de dificultades a nivel educativo, social y en términos de salud mental (Gottfredson, 2005; Shaw, 2008, 2010).

Debido a menores competencias a nivel intelectual, se pueden manifestar dificultades para alcanzar las demandas educativas escolares, especialmente en los casos en que no existe un apoyo psicológico y educativo adecuado. Por este motivo, existe un mayor riesgo de fracaso y abandono escolar (Kasen et al., 1998; Jimerson et al., 2000; Cooter y Cooter, 2004; Gottfredson, 2004), desempleo (Lynn et al., 1984) y precariedad laboral (Lubinski, 2000).
Además, la inteligencia límite ha sido asociada a problemas de salud mental (Masi et al., 1998; Hassiotis et al., 2008), abuso de sustancias (Mortensen et al., 2005), menor cuidado de la salud (Shore, 2001; Gottfredon, 2004), síntomas de hiperactividad y de dificultad en la regulacion conductual (van der Meere et al., 2008) y, de manera general, a un menor nivel de adaptación social.
En la etapa escolar, la literatura ha reseñado algunas diferencias y dificultades características de los alumnos con inteligencia límite (Shaw, 2008) en relación con el desempeño esperable para su edad:
- Dificultad de procesar información abstracta.
- Menor generalización de competencias, conocimientos y estrategias. Dificultad de aplicación de los conceptos aprendidos a nuevas situaciones.
- Dificultad en la organización y asimilación de informacion nueva con la información previamente aprendida.
- Necesidad de una mayor práctica y de tiempo para el desarrollo de tareas según lo esperable para la edad y nivel de desarrollo.
- Menor motivacion académica.
En la edad adulta, estas dificultades se pueden reflejar en un menor nivel de adaptación social así como en dificultades para competir de manera autónoma en el mercado laboral. Por esta razón, además de una mayor implicación social, la detección temprana de este perfil puede resultar de gran ayuda para la estimulación y el fomento de estrategias y competencias necesarias para la prevención de dificultades más severas.
Referencias
- American Psychiatric Association (2000). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 4th Edition, Text Revision (DSM-IV-TR). American Psychiatric Publishing.
- American Psychiatric Association (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 5th edition, DSM-5. American Psychiatric Publishing.
- Artigas-Pallarés, J. (2003) Perfiles cognitivos de la inteligencia límite. Fronteras del retraso mental. Revista de Neurología, 36 (Supl.1), S161-S167.
- Cooter, K.S. & Cooter, R.B. (2004). One size doesn’t fit all: slow learners in the reading classroom. The Reading Teacher, 57(7), 680-684.
- Gottfredson, L.S. (2005). Implications of cognitive differences for schooling within diverse societies. In: C.L. Frisby & C.R. Reynolds (eds.), Comprehensive handbook of multicultural school psychology. Hoboken, NJ: Wiley & Sons
- Gottfredson, L.S. (2004). Intelligence: is it the epidemiologists’ elusive “fundamental cause” of social class inequalities in health? Journal of Personality and Social Psychology, 86, 174-199.
- Hassiotis, A., Strydom, A., Hall, I., Ali, A., Lawrence-Smith, G., Meltzer, H., Head, J. & Bebbington, P. (2008). Psychiatric morbidity and social functioning among adults with borderline intelligence living in private households. Journal of Intellectual Disability Research, 52(2), 95-106.
- Jimerson, S., Egeland, B., Sroufe, L.A. & Carlson, B.A. (2000). Prospective longitudinal study of high school dropouts examining multiple predictors across development. Journal of School Psychology, 38, 525-549.
- Kasen, S., Cohen, P. & Brook, J. (1998). Adolescent school experiences and dropout, adolescent pregnancy, and young adult deviant behavior. Journal of Adolescent Research, 13, 49-72.
- Lubinski, D. (2000). Scientific and social significance of assessing individual differences: sinking shafts at a few critical points. Annual Review of Psychology, 51, 405-444
- Lynn, R., Hampson, S. & Magee, M. (1984). Home background, intelligence, and personality and education as predictors of unemployment in young people. Personality and Individual Differences, 5, 549-557.
- Masi, G., Marcheschi, M. & Pfanner, P. (1998). Adolescents with borderline intellectual functioning: psychopathological risk. Adolescence, 33(130), 425-434
- Shaw, S.R. (2010). “Slow learners”: supporting children at home and school (S2H23). In: A. Canter, L. Paige & S.R. Shaw (eds.), Helping children at home and at school (3rd ed.). Bethesda, MD: National Association of School Psychologists
- Shaw, S.R. (2008a). Borderline intellectual functioning: rejecting an outmoded classification or ignoring critical challenges? Revista Psihologie. Pedagogie specială. Asistentă socială (Journal of Psychology, Special Education, and Social Work), 3, 53-78.
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- Shore, M.F. (2001). Empowering individuals as carers of their own health. World Hospital Health Services, 37, 33, 35.
- van der Meer, J.J., van der Meer, D-J., Kunert, H.J., Borger, N. & Pirila, S. (2008). Impulse responses in children with conduct disorder and borderline intellectual functioning. Child Neuropsychology, 14, 187-194.
- World Health Organization (1992-1994). International statistical classification of diseases and related health problems tenth revision ICD-10. World Health Organization.
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