Adultez emergente: ¿Son los 30 los nuevos 20?

“Uno de los objetivos educativos de Europa 2020 es que en 2020 al menos un 40 % de las personas de entre 30 y 34 años de edad de la UE tengan estudios de nivel terciario (fuente Eurostat).

En la actual Europa de los 28 países se registra una tendencia, impulsada por las mismas políticas europeas, de alcanzar una población más cualificada y por lo menos con estudios de nivel terciario (título universitario o similar). En 2012 los ciudadanos de la Unión Europea entre 30 y 34 años con este tipo de estudios eran el 35,7 % y en 2002 eran sólo el 23,5 %.

El retraso de la parentalidad en Europa sigue la misma tendencia que en el caso de los años necesarios para conseguir una alta cualificación profesional. En 2013 la edad media de una madre primeriza en Europa era de 28,7 años. Mientras que en España, en el mismo año, el 59,4 % de las mujeres que dieron a luz se encontraban ya en la treintena (Diario El Mundo 2015). Las grandes ciudades atraen a personas siempre más cualificadas y esto indica una vida laboral y una independencia económica de los jóvenes que empieza más tarde respecto al pasado, ampliando el periodo de transición entre la adolescencia y la adultez.

Dados los cambios en la sociedad actual, el inicio de la etapa adulta, o al menos la sensación de ser adulto, se está viendo retrasada con respecto a algunos años atrás. Arnett (2000) considera específicamente el periodo comprendido entre los 18 y 25 años, al que denomina adultez emergente (Arnett, 2000). La mayoría de jóvenes de estas edades no consideran haber alcanzado la madurez, sino que se ven a sí mismos aún en el camino hacia la misma, por este motivo, el término adultez emergente parece ser una mejor forma de denominar su experiencia subjetiva además de reflejar el carácter dinámico y cambiante de esta etapa (Arnett, 1997, 1998).

¿Adolescentes o adultos?

A nivel social no existe un nombre para identificar el periodo en que se encuentran los jóvenes entre los 18 y 25 años, por lo que a menudo ellos se ven a sí mismos entre la adolescencia y la adultez, sin identificarse del todo con ninguna de esas etapas. Distintas investigaciones han dejado vislumbrar que en realidad lo que permite a un joven percibirse como adulto es poder aceptar responsabilidades por uno mismo, tomar decisiones de forma independiente y ser autónomo económicamente (Arnett, 1997, 1998; Greene et al., 1992; Scheer et al., 1994). 

Terminar los estudios, empezar una carrera profesional o establecerse definitivamente en un lugar también se encuentran entre estos factores, aunque adquieren menor relevancia. Estas creencias, junto con la búsqueda de la propia identidad, se desarrollan plenamente a lo largo de este periodo llamado de la adultez emergente (Arnett, 1997, 1998). La formación y consolidación de la propia identidad como adulto implica probar distintas posibilidades y formas de vida que conducen progresivamente a tomar decisiones más firmes. Por evidentes factores socio-culturales, a pesar de que dicho proceso empieza en la adolescencia, al final de dicha etapa la identidad no se encuentra completamente formada (Montemayor et al., 1985; Waterman et al., 1982), sino que continuará definiéndose a lo largo de la tercera década de la vida (Valde, 1996; Whitbourne y Tesch, 1985).

Etapa de exploración, cambios y grandes decisiones

El retraso de la parentalidad y de la independencia económica permiten explorar y realizar numerosos cambios y decisiones (Arnett, 1998; Rindfuss, 1991). Para la mayoría de los jóvenes en los países industrializados esta etapa es una etapa de grandes cambios y relevancia. No se trata simplemente de un breve periodo de transición a los roles adultos, sino de un periodo distinto del ciclo vital, caracterizado por el cambio y la valoración de posibilidades en muchas direcciones posibles, tomando decisiones importantes acerca del futuro.

Poco antes de empezar la tercera década de la vida muchos jóvenes alcanzan el nivel educativo y la preparación que sentará las bases de sus logros profesionales para el resto de su vida (Chisholm et al., 1995). Y, al final de esta etapa, la mayoría habrá realizado elecciones a largo plazo. Por todo ello, se trata de un periodo de gran relevancia, tanto en la formación de la identidad como en la toma de decisiones que afectaran a la persona a lo largo de la vida adulta. De hecho, es interesante destacar que cuando se pregunta a personas adultas sobre los eventos más importantes de sus vidas a menudo mencionan acontecimientos que tuvieron lugar en este periodo (Martin y Smyer, 1990).

Acumular experiencias y sensaciones

La adultez emergente se distingue por tratarse de un periodo de relativa independencia de los roles y expectativas sociales, se ha dejado atrás la dependencia familiar característica de la infancia y la adolescencia pero todavía no se han asumido todas las responsabilidades de la etapa adulta. Por este motivo durante este periodo uno puede permitirse llevar un estilo de vida bastante similar al adolescente, ya que en muchos casos aún se depende económicamente de la familia de origen y aún se siguen presentando, en algunos casos, conductas de búsqueda o asunción de riesgos. Dichas conductas de búsqueda de sensaciones se consideran parte del proceso de formación de la identidad, prolongadas desde la adolescencia por factores socio-culturales, que manifiestan la permanencia del deseo de obtener el máximo número de experiencias posibles antes de asumir las responsabilidades del rol adulto.


Referencias

  • Arnett, J. J. (1997) Young people’s conceptions of the transition to adulthood. Young & Society, 29, 1-23.
  • Arnett, J. J. (1998) Learning to stand alone: The contemporary American transition to adulthood in cultural and historical context. Human Development, 41, 295-315.
  • Arnett, J. J. (2000). Emerging adulthood. A theory of development from the Late teens trough the twenties. American Psychologist, 55, 469-480.
  • Chisholm, L. y Hurrelmann, K. (1995). Adolescence in modern Europe: pluralized transition patterns and their implications for personal and social risks. Journal of Adolescence, 18, 129-158.
  • Greene, A.L., Wheatley, S.M. & Aldava, J.F. (1992). Stages on life’s way: adolescents’ implicit theories of the life course. Journal of Adolescent Research, 7, 364-381.
  • Martin, P. y Smyer, M.A. (1990) .The experience of micro and macroevents: a life span analysis. Research on Aging, 12, 294-310.
  • Montemayor, R., Brown, B. y Adams, G. (1985). Changes in identity status and psychological adjustment after leaving home and entering college. Paper presented at the biennal Meeting of the Society for Research on Child Development, Toronto, Ontario, Canada.
  • Oliva, A. (2003). Adolescencia en España a principios del siglo XXI. Cultura y educación, 15 (4), 373-383.
  • Rindfuss, R.R. (1991). The young adult years: diversity, structural change and fertility. Demography, 28, 492-512.
  • Scheer, S.D., Unger, D.G. y Brown, M. (1994). Adolescents becoming adults: attributes for adulthood. Poster presented at the biennal meeting of the Society for Research on Adolescence, San Diego, CA.
  • Valde, G.A. (1996). Identity closure: a fifth identity status. Journal of Genetic Psychology, 157, 245-254.
  • Waterman, A.L. (1982). Identity development from adolescence to adulthood: an extension of theory and a review of research. Developmental Psychology, 18, 341-358.
  • Whitbourne, S.K. y Tesch, A. (1985). A comparaison of identity and intimacy statuses in college students and alumni. Developmental Psychology, 21, 1039-1044.