El trastorno de desregulación destructiva del estado de ánimo (TDDEA), recientemente incluido en la clasificación DSM-5 (APA,2013), previamente considerado como trastorno de desregulación temperamental con disforia, incluye los casos de niños y adolescentes con dificultades emocionales y comportamentales severas cuya característica principal es la irritabilidad no episódica o crónica (DSM-5 – Childhood and Adolescent Disorders Work Group, 2010).

Bajo la etiqueta diagnóstica del trastorno de desregulación destructiva del estado de ánimo se identifica a un grupo de niños con intensas dificultades de regulación tanto a nivel emocional como conductual. El aspecto fundamental del TDDEA es la irritabilidad severa, persistente y crónica, acompañada de explosiones temperamentales intensas, debe producirse al menos tres veces a la semana y de forma desproporcionada a la provocación e inconsistentes con el nivel de desarrollo. El diagnóstico se establece entre los 6 y 18 años, señalando que los síntomas deben aparecer antes de los 10 años de edad, durante al menos un año, sin periodos asintomáticos superiores a los 3 meses (DSM-5, 2013).
En la década de los 90, los esfuerzos por caracterizar a adolescentes con irritabilidad crónica tuvieron como resultado la creación de la categoría “desregulación del humor severa” (Leibenluft et al., 2003). Esta categoría se definió por la presencia de irritabilidad no episódica, reactividad emocional exagerada e hiperactivación. Este perfil, también ha sido conceptualizado por algunos investigadores, como trastorno bipolar pediátrico (DSM-5 Childhood and Adolesdent Disorders Work Group, 2010; Pogge, 2001), aunque la evidencia sugiere que la irritabilidad presente en estas etapas del desarrollo suele verse asociada posteriormente con trastornos afectivos de tipo unipolar (Leibenluft et al., 2006; Stringaris et al., 2009; Brotman et al., 2006), además de distinguirse por la herencia familiar (Brotman et al., 2007), las respuestas fisiológicas a la frustración (Rich et al., 2007) y las respuestas neurales a estímulos sociales (Brotman et al., 2010).
A nivel relacional, la irritabilidad crónica y severa asociada al TDDEA se relaciona con una alteración marcada en las relaciones familiares y con los pares, así como también en el rendimiento académico. Las dificultades de regulación emocional pueden asociarse con comportamientos de riesgo en la adolescencia, intentos autolíticos y agresividad marcada, así como también con escaso insight sobre el propio comportamiento y esacasa comprensión de los límites (Lingiardi y McWilliams, 2007). Por otro lado, la sensación subjetiva de descontrol se ha relacionado con una percepción negativa de sí mismo y con un sentido poco estable del self (Lingiardi y McWilliams, 2017).
Dada su reciente inclusión en las categorías diagnósticas internacionales, se trata de un trastorno sobre el que no se tienen demasiados datos de prevalencia. A pesar de ello, los primeros análisis lo categorizan como un trastorno de baja prevalencia y frecuentemente comórbido a trastornos como el trastorno negativista desafiante y trastornos depresivos (Leibenluft et al., 2006).

La frecuente comorbilidad con trastornos del estado de ánimo y el solapamiento con criterios del trastorno negativista desafiante genera en la actualidad cierto debate entre los clínicos, ya que existen dudas acerca de la pertinencia de crear una categoría diagnóstica independiente para un trastorno que, generalmente, no se presenta de manera aislada (Copeland et al., 2013). En el caso del trastorno negativista desafiante, la clasificación diagnostica no permite el diagnóstico comórbido, señalando que ante la presencia de criterios de ambas categorías se debe asignar el diagnóstico de trastorno de desregulación destructiva del estado de ánimo (DSM-5, 2013).
Por otro lado, la relación entre la irritabilidad crónica y los trastornos depresivos posteriores es consistente con el hallazgo de que los síntomas de irritabilidad en la infancia son predictores de dificultades afectivas a lo largo del ciclo vital (Burke, Hipwell y Loeber, 2010; Stringaris y Goodman, 2009; Stringaris et al., 2009). En este sentido, distintos estudios longitudinales se han centrado en el riesgo de dificultades a largo plazo asociados a la irritabilidad, encontrando mayor probabilidad de trastornos depresivos severos (Brotman et al., 2006, Stringaris et al., 2009; Leibenluft et al., 2006) y trastornos de ansiedad (Stringaris et al., 2009) en la juventud y etapa adulta.
Referencias
- American Psychiatric Association (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 5th edition, DSM-5. American Psychiatric Publishing.
- Brotman, M.A., Kassem, L., Reising, M.M., Guyer, A.E., Dickstein, D.P., Rich, B.A., Towbin, K.E., Pine, D.S., McMahon, F.J., Leibenluft, E. (2007). Parental diagnoses in youth with narrow phenotype bipolar disorder or severe mood dysregulation. American Journal of Psychiatry,164:1238–1241.
- Brotman, M.A.,Rich, B.A., Guyer, A.E., Lunsford, J.R., Horsey, S.E., Reising, M.M., Thomas, L.A., Fromm, S.J., Towbin, K., Pine, D.S., Leibenluft, E. (2010). Amygdala activation during emotion processing of neutral faces in children with severe mood dysregulation versus ADHD or bipolar disorder. American Journal of Psychiatry, 167; 61–69
- Brotman, M. A., Schmajuk, M., Rich, B. A., Dickstein, D. P., Guyer, A. E., Costello, E. J. & Leibenluft, E. (2006). Prevalence, clinical correlates, and longitudinal course of severe mood dysregulation in children. Biological psychiatry, 60(9), 991-997.
- Burke, J.D., Hipwell, A.E., Loeber, R. (2010). Dimensions of oppositional defiant disorder as predictors of depression and conduct disorder in preadolescent girls. Journal of the American Academy of Children & Adolescent Psychiatry, 49:484–492.
- Copeland, W.E., Angold, A., Costello, E.J., Egger, H. (2013). Prevalence, Comorbidity and Correlates of DSM-5 proposed Disruptive Mood Dysregulation Disorder. American Journal of Psychiatry, 170 (2), 173-179.
- DSM-5 Childhood and Adolescent Disorders Work Group. (2010). Justification for Temper Dysregulation Disorder with Dysphoria. American Psychiatric Association; Washington, DC: 2010.
- Leibenluft, E., Cohen, P., Gorrindo, T., Brook, J.S., Pine, D.S. (2006). Chronic Versus Episodic Irritability in Youth: A Community-Based, Longitudinal Study of Clinical and Diagnostic Associations. Journal of Child and Adolescent Psychopharmacology, 16(4):456–466.
- Leibenluft, E., Charney, D.S., Towbin, K.E., Bhangoo, R.K., Pine, D.S. (2003). Defining clinical phenotypes of juvenile mania. American Journal of Psychiatry, 160; 430–437.
- Lingiardi, V., McWilliams, N.(2017). The Psychodynamic Diagnostic Manual Version 2 (PDM-2). The Guilford Press.
- Pogge, D. L., Wayland-Smith, D., Zaccario, M., Borgaro, S., Stokes, J., & Harvey, P. D. (2001). Diagnosis of manic episodes in adolescent inpatients: structured diagnostic procedures compared to clinical chart diagnoses. Psychiatry Research, 101(1), 47-54.
- Rich, B.A., Schmajuk, M., Perez-Edgar, K.E., Fox, N.A., Pine, D.S., Leibenluft, E. (2007). Different psychophysiological and behavioral responses elicited by frustration in pediatric bipolar disorder and severe mood dysregulation. American Journal of Psychiatry, 164:309–317.
- Stringaris, A., Cohen, P., Pine, D.S., Leibenluft, E. (2009). Adult Outcomes of Youth Irritability: A 20-Year Prospective Community-Based Study. American Journal of Psychiatry, 166(9):1048–1054.
- Stringaris, A., Goodman, R. (2009). Longitudinal outcome of youth oppositionality: irritable, headstrong, and hurtful behaviors have distinctive predictions. Journal of American Academy of Child & Adolescent Psychiatry, 48; 404–412.