El Trastorno Negativista Desafiante (TND) se caracteriza por un patrón recurrente de humor irritable, comportamiento negativista, desafiante o de tipo vengativo-hostil, que genera malestar y/o altera el funcionamiento habitual del niño o adolescente en uno o varios contextos (APA, 2022, 2000). La sintomatología asociada con el trastorno negativista desafiante suele aparecer a partir del inicio de la infancia tardía, alrededor de los 8 años (APA, 2000; Connor, 2002).
En la población infantojuvenil, se estima una prevalencia de entre el 9 y 14%, con un nivel de prevalencia ligeramente mayor en la población masculina (11-14%) con respecto al 9-13 % en población femenina (Evans et al., 2015; Emberley & Pelegrina, 2011; Angold & Costello, 1996; Silverthorn y Frick, 1999; Loeber et al., 2000).
A menudo, se ha considerado el trastorno negativista desafiante como precursor del trastorno de conducta, dado que su diagnóstico implica la presencia de una sintomatología conductual más moderada (e.g. dificultad en el control temperamental, discutir con adultos, desafío de normas, etc.). Sin embargo, la investigación indica que el trastorno negativista desafiante constituye una entidad en sí mismo, con una fuerte asociación a las dificultades de regulación emocional, que afecta de manera significativa a las relaciones interpersonales (Lingiardi & McWilliams, 2017; Cavanagh et al., 2017; Althoff et al., 2014; Burke et al., 2014) y constituye un factor de riesgo en un amplio rango de trastornos psicológicos, entre los que se incluyen trastornos de ansiedad, depresión, trastorno de conducta, trastorno de personalidad antisocial, entre otros (Althoff et al., 2014; Loeber et al., 2009; Rowe et al., 2010).
Regulación emocional en el TND
En la actualidad, el trasrno negativista desafiante se considera bajo la categoria diagnóstica de los trastornos de conducta en la infancia y adolescencia (APA, 2022), y se asocia con un mayor riesgo en la adolescencia y etapa adulta, de comportamiento antisocial, uso y abuso de sustancias, trastornos depresivos y trastornos de ansiedad, así como también dificultades en las relaciones sociales y familiares (Yu et al., 2022; Nock et al., 2997; Greene et al., 2002).
La asociación frecuente del trastorno negativista desafiante y los trastornos del humor (Lingiardi & McWilliams, 2017), ha llevado a distintos investigadores ha plantear la posibilidad de que el trastorno negativista desafiante pueda ser recategorizado entre los trastornos del humor, igual que en el caso del trastorno de desregulación destructiva del estado de ánimo, debido a su significativa asociación con la regulación emocional (Yu et al., 2022; Lingiardi & McWilliams, 2017; Cavanagh et al., 2017).
La regulación emocional se considera un factor de protección para el desarrollo de distintas formas de dificultades psicológicas, y por ello se ha empleado como marcador transdiagnóstico subyacente a distintas formas de psicopatología (Beauchaine & Cicchetti, 2019; Aldao, 2016; Aldao et al., 2016). Las dificultades de regulación emocional, pueden presentarse en forma de dificultades para controlar el temperamento, labilidad afectiva e hiperreactividad emocional (Reimherr et al., 2015; Cavanagh et al., 2017).
En los últimos años, algunas investigaciones han empezado a profundizar sobre la posible existencia de distintos subtipos o dimensiones en el trastorno negativista desafiante (Cavanagh et al., 2017; Burke, 2012; Drabick & Gadow, 2012; Rowe et al., 2010; Stringaris & Goodman, 2009; Whelan et al., 2013). En la actualidad, existe cierto consenso en considerar una dimensión o subtipo irritable/internalizante (irritabilidad, tendencia al enfado, sensibilidad interpersonal) y una dimensión o subtipo comportamental/externalizante (desafío a los adultos, evitación de la culpa/responsabilidad, testarudez, recor).
Uno de los principales motivos de la distinción entre subtipos se refiere al pronóstico y comorbilidad según la tipología de los síntomas. Las personas en el subtipo irritable tienen mayor tendencia a las dificultades de tipo internalizante, factor de riesgo para el desarrollo de trastornos del estado de ánimo. Por otro lado, la presencia de dificultades de tipo externalizante (desafío, agresividad, testarudez, comportamientos de tipo vengativo), constituye un factor de riesgo para el trastorno de la conducta y comportamientos de tipo antisocial (Yu et al., 2022; Lingiardi & McWilliams, 2017; Evans et al., 2016; Cavanagh et al., 2017; Althoff et al., 2014; Burke et al., 2010: Stringaris & Goodman, 2009).
TND y rendimiento escolar
El Trastorno Negativista Desafiante es un trastorno que interfiere de forma severa en el rendimiento escolar, tanto del alumno afectado como, en ocasiones, de sus propios compañeros de clase (Evans et al., 2015). Especialmente en los casos en que las dificultades son preminentemente externalizante, aparecen dificultades frecuentes de comportamiento en el aula, de relación con compañeros y profesores, y en el cumplimiento de normas.
A pesar de que se trata de alumnos cuyas capacidades no se encuentran afectadas, los problemas de conducta de los alumnos con TND les llevan a involucrarse a menudo en peleas y conflictos tanto con compañeros y profesores (Evans et al., 2015), que suelen suponer castigos e incluso expulsiones temporales, e interfieren en el adecuado seguimiento de los contenidos académicos.
El cumplimiento de la normativa del centro y del aula se considera parte del aprendizaje escolar, ya que a partir de la adquisición y seguimiento de normas el niño aprende a comportarse de forma adecuada en distintos contextos sociales, lo cual le resultará de utilidad en la vida cotidiana como adulto.
Los alumnos con TND manifestarán dificultades en el cumplimiento de dichas normas, lo cual puede verse reflejado en un descenso en las calificaciones académicas, con el consiguiente riesgo para la percepción de sí mismos y de sus capacidades y una pérdida de interés hacia el ámbito académico que puede reflejarse en desesperanza o la creencia de que los profesores les “tienen manía”.
En relación con el cumplimiento de normas, también aparece de forma frecuente el absentismo escolar (“saltarse las clases”), lo cual supone una dificultad añadida para el seguimiento de los contenidos trabajados en clase.
Referencias
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