Disregulación emocional: ¿Conocimiento o modulación?

La disregulación emocional consiste en un control pobre del niño o del adulto sobre su propia expresión afectiva en distintas situaciones sociales  (Thots, 1985; Dodge, 1991; Cicchetti et al., 1991). Se caracteriza por escasa flexibilidad y espontaneidad, falta de control y conductas disruptivas (Eisenberg et al., 1996; Shields & Cicchetti, 2001).

De lo contrario, la regulación emocional es la capacidad de modificar el propio estado emocional para promover comportamientos adaptados al contexto y orientados a los objetivos de la persona (Thompson, 1994). Es la capacidad de responder a las demandas del entorno con un rango de emociones socialmente apropiado y suficientemente flexible como para ser espontáneos, retrasando o inhibiendo, si fuera necesario, reacciones no adecuadas al contexto (Barret y Campos, 1987; Campos, Campos y Barret, 1989).

En el proceso de regulación emocional se ven implicadas tanto respuestas fisiológicas y comportamentales (Goldsmith et al., 1987; Buss & Plomin, 1984; Rothbart, 1981; Lang et al. 1998; Kagan, 2010) como ambientales (Strelau, 2001; Higgins, 1987, 2000; Bandura & Cervone, 1983), que implican equilibrio, integración y madurez emocional, de acuerdo con los objetivos de la persona y con el contexto.

Si se considera el componente más fisiológico de la regulación emocional, podemos obtener información relevante en la observación de las competencias presentes en este ámbito en las personas con trastornos del neurodesarrollo . Por ejemplo, en niños con Trastornos de la Regulación del Procesamiento Sensorial (DC:0-3, código 400), Trastornos de la Relación y de la Comunicación (DC:0-3, código 700) y en los Trastornos del Espectro del Autismo (DSM V, código F84.0) es muy frecuente observar comportamientos indicativos de disregulación emocional.

Niño con autismo mirando fuera de la ventana

En los Trastorno del Espectro del Autismo, la presencia de un procesamiento fragmentado de la información sensorial (interna y externa) o “coherencia central débil” (Happé y Frith, 2006), a menudo se asocia a disregulación emocional, conductas disruptivas y poco flexibles, poco espontáneas o inadecuadas al contexto. Todos ellos relacionados con un sesgo perceptivo característico del Autismo (más enfocado a los detalles que a su significado global), que dificulta la comprensión y aplicación de reglas sociales de un contexto que puede llegar a convertirse en “muy complejo”.

En general cualquier situación social implica conocer las distintas reglas de interacción social, integrar información externa y del estado emocional interno, regular emociones y conductas de una manera socialmente aceptable y apropiada a una situación concreta (Cole, Michel & Teti, 1994).

El contexto social interpreta las manifestaciones emocionales y los comportamientos de la persona, según normas sociales, en cada situación particular. Por otro lado, el patrón de regulación emocional interno de la persona en respuesta a las demandas externas pasa a formar parte de la personalidad adulta y, cuando se ve alterado, puede desencadenar o convertirse en una psicopatología (Cole, Michel y Teti, 1994).

Desde esta perspectiva, la disregulación emocional puede deberse a la falta de conocimiento de las reglas sociales o a una dificultad en la modulación de la reacción emocional a las demandas del contexto (Cole, Michel et al., 1994; Saarni, 1999). Sus manifestaciones pueden oscilar entre una expresión emocional excesiva (en relación con las normas sociales y el contexto) y cambios rápidos e incontrolados de las emociones (labilidad).

Distintos investigadores han proporcionado definiciones de este tipo de dificultad en las últimas décadas. En este sentido, la disregulación emocional ha sido entendida como interferencia en el procesamiento de información y de acontecimientos (Dodge, 1991a, Plutchik, 1980); como una dificultad en la integración flexible de las emociones con otros procesos (Cicchetti et al., 1991; Katz y Gottman, 1991) o como un control pobre de la experiencia y de la expresión afectiva (Izard, 1977; Kopp, 1989; Thots, 1985).

La disregulación emocional puede aparecer en distintos grados y no se considera un diagnostico en sí, sino como característica subyacente en distintos trastornos psicológicos. En este sentido, en la literatura científica, se relaciona principalmente con comportamientos de tipo disruptivo y de menor control de los impulsos (Cole et al., 1994: Eisenberg et al., 1996; Shields & Cicchetti, 2001).

Niña sentada en el sofá acariciando su perro.

Los aspectos reguladores de las emociones se enfatizan de forma especial en la infancia, y la investigación demuestra que las emociones organizan el desarrollo de las relaciones sociales (Sroufe et al., 1984; Cole et al., 1994), la experiencia física (Klinnert et al., 1983) e influyen en procesos internos como la atención y la cognición en general (Rothbart & Posner, 1985; Siegel, 1999).

La regulación emocional en los niños es fomentada por los cuidadores y se va volviendo progresivamente más autónoma con el tiempo (Cole, Martin y Dennis, 2004). Las estrategias de regulación se pueden ver influidas por diversos factores, entre los que se incluyen la calidad del apoyo de los padres mientras el niño aprende a afrontar situaciones de distinto tipo (Morris et al., 2007).

En los siete primeros años de su vida, el niño debe alcanzar diversas metas de desarrollo relacionadas con las emociones y su regulación: tolerancia a la frustración, comprometerse y disfrutar con los demás, reconocer el peligro y afrontar el miedo y la ansiedad, tolerar la soledad por periodos razonables, desarrollar amistades etc. (Cole et al., 1994). En niños y adolescentes, las competencias de regulación emocional han sido consideradas un factor de protección ante la aparición de problemas y trastornos tanto de tipo internalizante como externalizante (Eisenberg et al., 2001; Kim y Cicchetti, 2010).


Disregulación emocional y Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH)

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En el caso de las personas con TDAH, puede existir una tendencia a sentirse frustrados con mayor facilidad, a ser emocionalmente explosivos y demostrar menor atención a las claves sociales (Henker & Whalen, 1999; Landau et al., 1998). Las dificultades emocionales en las personas con TDAH pueden implicar una menor regulación emocional, mayor expresión de las emociones, especialmente en el caso de la ira y la agresividad, dificultades de afrontamiento de la frustración, menor empatía y menor activación ante la estimulación (Barkley, 2006).


Disregulación emocional y Trastorno Límite de la Personalidad (TLP)

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La disregulación emocional es una de las características principales en el trastorno límite de la personalidad. Se trata de un trastorno asociado con poca claridad y conciencia emocional (Leible y Snell, 2004; Wolff et al., 2007), baja capacidad de tolerar el malestar (Gratz et al., 2006), la tendencia a utilizar estrategias de regulación desadaptativas ante situaciones de malestar (Wupperman et al., 2009) y dificultad en utilizar la reevaluación cognitiva en la regulación de las emociones (Schulze et al., 2011).


Disregulación emocional y Depresión

La depresión ha sido ampliamente conceptualizada como consecuencia de una regulación emocional disfuncional (Gross y Muñoz, 1995; Hollon et al., 2002; Kring y Werner, 2004). De forma consistente, las personas deprimidas refieren dificultades en la identificación de emociones (Honkalampi et al., 1999; Rude y McCarthy, 2003), en la experimentación de emociones negativas (Berking et al., 2011; Gilbert et al., 2006), en la aceptación y tolerancia de emociones negativas (Brody et al., 1999; Campbell-Sills et al., 2006; Conway) y en la modificación adaptativa de las emociones (Cataranzo et al., 2000; Ehring et al., 2008; Kassel et al., 2007).

Dibujo de un cerebro y un corazón en un peso, desequilibrado hacia el cerebro

Disregulación emocional y Ansiedad

Las dificultades en la regulación emocional están implicadas en una gran variedad de trastornos de ansiedad (Cisler et al., 2010). Dichas dificultades pueden tener como resultado estrategias de afrontamiento ineficaces, con respuestas de miedo condicionadas que conducen a una reacción que parece incontrolable. En el caso del Trastorno de Ansiedad Generalizada, las personas pueden referir una menor comprensión emocional, reactividad negativa a las emociones y menor capacidad de calmarse después de haber experimentado emociones negativas (Tull et al., 2009; Mennin et al., 2005).


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Psise: Servicio de Psicología Clínica del Desarrollo. Unidad de Observación y Diagnóstico Funcional.