La tricotilomanía ha sido definida como una dificultad comportamental en la que la persona, de manera más o menos consciente, tiende a tirar y arrancarse el pelo, generando como consecuencia una pérdida de pelo significativa (APA, 2013). Se presenta de manera habitual en la superficie capilar de la cabeza, aunque también en algunos casos puede relacionarse con el vello de las pestañas o las cejas (Lingiardi y McWilliams, 2017).
Es una conducta considerada en ocasiones como análoga a otros comportamientos automáticos como morderse las uñas o el llamado trastorno de excoriación (relacionado con rascarse compulsivamente la piel), cuyo objeto es la manifestación de un malestar o conflicto interno (Oranje y cols., 1986; Delgado y Mannino, 1969; Greenberg y Sarner, 1965).
La mayoría de las personas con síntomas de tricotilomanía señalan su inicio en la infancia o adolescencia (Cohen y cols., 1995; Christenson, Mackenzie y Mitchell, 1991), con picos entre los 5-8 años y alrededor de los 13 años (Lingiardi y McWilliams, 2017; Snorrason y cols., 2012; Lochner et al., 2011; Malholtra y cols., 2008; Tay y cols., 2004; Cohen y cols., 1995). A nivel de prevalencia, se ha señalado una frecuencia considerablemente mayor (10:1) en población femenina (Lingiardi y McWilliams, 2017). En cuanto al curso y duración, algunas personas presentan síntomas de manera continuada, mientras que en otros casos se ha señalado que el trastorno puede remitir tras periodos de días, meses o años (Lingiardi y McWilliams, 2017).
A nivel de comorbilidad, la tricotilomanía suele presentarse relacionada con trastornos afectivos y de ansiedad (Christenson, Mackenzie y Mitchell, 1991; Christenson et al., 1991; McElroy y cols., 1992; Swedo y cols., 1989), el trastorno obsesivo compulsivo (Jenicke, 1989; McElroy y cols., 1993; Swedo y Leonard, 1992) y el trastorno de tics (King y cols., 1995a, 1995b).
La naturaleza repetitiva de la conducta de arrancarse el pelo, así como también la percepción de la misma como incontrolable o difícil de controlar, es similar a la compulsión (Holloander et al., 1996). Algunos estudios han demostrado tasas elevadas de Trastorno Obsesivo Compulsivo en pacientes con tricotilomanía, lo cual apoyaría su clasificación como trastorno en el espectro de este tipo de trastornos (Christenson et al., 1991). En esta misma línea, la última versión de la Clasificación Diagnóstica y Estadística de los Trastornos Mentales (DSM-5, APA, 2013), ha reclasificado la tricotilomanía como un comportamiento englobado bajo la nueva categoría de “Trastorno Obsesivo-Compulsivo y otros trastornos relacionados” dado que se ha considerado que, igual que ocurre en el trastorno obsesivo-compulsivo, la sintomatología característica de la tricotilomanía podría sugerir la presencia de dificultades en la inhibición del comportamiento motor y/o impulsividad (Chamberlain y cols., 2006; Franklin, Tolin & Diefenbach, 2006).

Tricotilomanía automática y focalizada
Según el nivel de automaticidad, se pueden distinguir dos tipos distintos de tricotilomanía: automática y focalizada (Flessner et al., 2007; Christenson et al., 1991). La tricotilomanía de tipo automático ocurre de manera inconsciente, mientras que en el subtipo focalizado la persona es consciente y realiza la acción de tirarse el pelo en respuesta a estados emocionales negativos (estrés, tristeza, ira, etc), pensamientos o urgencias intrusivos o en un intento de establecer asimetría (Diefenbach et al., 2002). Los niños a menudo presentan el subtipo automático, por lo que no suelen reconocen el hecho de tirarse del pelo, aunque pueden admitir “jugar con el pelo” o haber notado que tienden a tirarse del pelo en situaciones de distracción y abstracción del entorno (Walther et al., 2014; Sah et al., 2008). Se ha demostrado una progresión evolutiva de los síntomas, con un aumento significativo del subtipo focalizado conforme avanza la edad (Panza et al., 2013).
La distinción entre compulsividad e impulsividad puede relacionarse, al menos en parte, según el tipo de reforzamiento (positivo o negativo) que la persona obtiene a través de la conducta de arrancarse el pelo. Los comportamientos compulsivos generalmente se consideran relacionados con el refuerzo negativo, dada su función en la reducción de la ansiedad y el miedo (Hodgson & Rachman, 1972; Roper, Rachman & Hodgson, 1973). Sin embargo, por lo que respecta a la trictotilomanía, existen investigaciones que señalan que el comportamiento de arrancarse el pelo se ve mantenido a través de mecanismos de reforzamiento positivo, un sentido de placer o gratificación (Franklin et al., 2006; Stanley et al., 1992).
Un factor que dificulta la clasificación de la tricotilomanía según su función afectiva es que muchos individuos que presentan la conducta refieren su aparición tanto de manera focalizada como también automática o menos consciente (Flessner et al., 2008, 2007), por lo que resulta complicado establecer elementos específicos que expliquen su aparición a nivel emocional o contextual. A pesar de ello, en algunas investigaciones con medidas de autoreporte, los pacientes con tricotilomanía señalan experimentar una disminución del aburrimiento, tristeza e ira, y aumento del placer, alivio y calma mientras ejecutan la conducta. Una vez ejecutada, los episodios de aburrimiento, tensión y ansiedad se mantienen controlados, aunque pueden llegar a aparecer sentimientos de culpa, tristeza e ira (Diefenbach et al., 2005, 2002)
Referencias
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