Tomar la decisión de llevar a un hijo al psicólogo puede ser un momento complicado para muchas familias. Se trata de una consulta que, a lo largo de los años se ha ido normalizando aunque, en muchos casos, sigue relacionada con la idea de acudir sólo por una dificultad grave, un trastorno psicopatológico específico o una alternación en el desarrollo.
Cualquier padre o madre desea que sus hijos crezcan y se desarrollen felices, alcancen su máximo potencial y tengan experiencias y recuerdos positivos de su infancia. Por este motivo, actualmente las familias que consultan con un psicólogo no acuden únicamente en relación a una sospecha de que su hijo pueda tener TDAH, sufra de ansiedad, tenga un retraso madurativo o tenga problemas de conducta. El psicólogo puede ser también un gran apoyo en caso de transiciones importantes, dificultades con los compañeros de clase o cambios en la estructura familiar.
Cuando los padres observan o sospechan de la presencia de cualquier dificultad, o fallo en la adquisición de conductas y habilidades propias de la etapa del desarrollo puede resultar de gran ayuda la realización de una evaluación psicodiagnóstica completa. A través de la valoración del profesional resultará posible valorar la pertinencia de una intervención, lo más temprana posible antes de que estas dificultades se vean agravadas, así como también descartar la presencia de otros déficits asociados.
En los casos en que observamos dificultades comportamentales o problemas emocionales que interfieran en el normal desarrollo y en las relaciones del niño, recibir apoyo psicológico especializado puede resultar de gran ayuda tanto al niño como a los padres. A través de la intervención con el niño, el psicólogo infantil trabaja sobre cómo adquirir competencias de regulación, dirigidas a la resolución de dificultades tanto a nivel comportamental como emocional. El entorno de intervención con el niño, especialmente en etapas más tempranas, es un entorno de juego, adaptado a la edad y generalmente percibido como positivo por parte del niño.
En cuanto al trabajo con los padres, la adquisición de pautas educativas y asesoramiento especializado pueden ser de gran ayuda para fomentar un desarrollo adecuado en el niño, favorecer el bienestar en las relaciones familiares y proporcionarle el mejor apoyo posible en función de sus características personales, sus necesidades y competencias.
Si bien es cierto que el tipo de dificultades presenta una gran variabilidad con el desarrollo, podemos encontrarnos con dificultades asociadas a la ansiedad, miedos y preocupaciones desde etapas muy tempranas, que se expresarán de una manera ajustada a la edad. Por ejemplo, en casos de niños más pequeños podemos encontrarnos con mayor frecuencia con rabietas, dependencia hacia los padres, comportamientos inmaduros, dificultades en el control de esfínteres o cierta agresividad. En la infancia tardía estas dificultades pueden expresarse también a través de problemas de regulación conductual, celos, pesadillas, agresividad, problemas de rendimiento académico o mayor tendencia al aislamiento.
Además de las dificultades concretas, el trabajo sobre habilidades sociales, autoestima y seguridad, puede proporcionar al niño herramientas muy valiosas para su desarrollo a lo largo del ciclo vital.
