Educar a un hijo es tal vez un de los retos más difíciles a los que se enfrentan los padres a lo largo de su vida. Los problemas de conducta infantil en ocasiones suponen un gran desgaste mental, incluso pueden desequilibrar la relación de pareja cuando cada uno defiende maneras distintas de educar. Y mientras los padres se ponen de acuerdo, el niño ya se ha salido con la suya. Y es que, ante los problemas de conducta infantil, no siempre recurrimos a los mejores métodos para corregirlos. Valentina Piermattei, Psicóloga y Psicoterapeuta de Psise Madrid, nos despeja dudas.
¿Es posible educar sin castigar?
Claro que es posible. Yo diría que es imprescindible. El primer paso para una educación eficaz consiste en utilizar técnicas de refuerzo y dejar de lado el castigo. El refuerzo consiste, en pocas palabras, en hacer hincapié en las conductas positivas que el niño posee (que seguramente son muchas), para que podamos transmitirle una imagen “buena” de él. Es importante que nuestro niño entienda que, frente a comportamientos adecuados, recibirá alabanzas, elogios y atención por parte de los adultos.
Esta ola de positividad ayudará a desarrollar una buena autoestima en el niño y a crear un clima positivo en la familia, alrededor del cual todos los miembros se sentirán emocionalmente satisfechos. A veces nos olvidamos de reforzar y enfocamos nuestro modelo educativo en la riña, en los gritos, etc…

¿Es mejor razonar con nuestro hijo?
Sin duda. Siempre es importante explicar por qué está pasando algo y la razón de la aplicación de una norma, por ejemplo. Esta explicación ayuda a que los límites no sean percibidos como una imposición, sino como algo necesario para el correcto desarrollo del niño bajo todos los puntos de vista, emocionales y cognitivos. Quizás se podría prescindir de razonar y explicar verbalmente lo que está pasando en los casos de niños con necesidades especiales que tengan un retraso mental grave, por ejemplo. En estos casos razonar no sirve de mucho porque falta la comprensión del lenguaje de los adultos. En situaciones así, hay otras herramientas que ayudan a educar de una forma más eficaz, siempre enfocadas en una educación positiva y sin castigo.
¿Cuándo nuestro hijo no entra en razón y no nos obedece ante los buenos modales, debemos entonces elevar el tono de voz y castigarle?
Yo diría que no. Los adultos constituyen los modelos principales para los hijos. Si observan modelos educativos basados en el castigo, los reproducirán en su desarrollo y con su entorno, incluidos los padres. Lo que es aconsejable hacer es intentar no gritar, prevenir posibles situaciones críticas y sobre todo ser coherentes con lo que hemos dicho verbalmente.
En casos de situaciones críticas, es aconsejable, si es posible hacerlo, distraer a nuestro niño y reforzar la primera conducta adecuada que emita, que podría ser por ejemplo la de parar de llorar y gritar. El ingrediente mejor para una educación positiva consiste en entrenarse a desarrollar una gran paciencia y calma por parte de los padres.
¿Cuáles son los castigos a evitar?
Primero de todo debemos huir de los castigos físicos. Insisto, si un niño vive un castigo físico, lo va a reproducir en su vida y lo hará porque lo ha aprendido de sus padres.
Luego debemos huir de las amenazas (“si no haces esto, entonces no te dejaré ver los dibujos”), de las reprimendas verbales que humillen a los hijos y que los etiqueten como “personas malas”.
Debemos evitar decir a nuestro hijo que es un niño “malo”, no existen niños malos, existen conductas inadecuadas que se pueden disminuir aprendiendo metodologías y técnicas específicas.
Si los problemas de conducta se repiten no solo en casa, pero también en la escuela, ¿qué podemos hacer en esos casos?
En estos casos se recomienda empezar una intervención especializada. El primer paso del especialista consiste en evaluar la situación y descubrir las causas que mantienen el problema.
Después de este primer proceso, se valorará la necesidad de empezar una intervención, que será dirigida no solamente al niño, también a los padres, para ayudarlos a enfrentarse de la manera más eficaz a estas dificultades. A veces, si el niño es muy pequeño no se hace una intervención directa sobre él y se trabaja exclusivamente con los padres.
Es necesario también involucrar la escuela en este proceso, puesto que es una parte fundamental en la vida del niño. Es importante añadir que los mejores resultados frente a problemas de conducta se consiguen gracias a la colaboración directa de los padres y de los profesionales de la escuela. En caso contrario, la intervención no podrá conseguir los resultados esperados.