Al día de hoy sabemos que las emociones juegan un papel fundamental en el proceso de aprendizaje. Contrariamente, nuestro sistema escolar a menudo descuida completamente de las emociones tanto en el desarrollo intelectual del niño, como en los aspectos generativos del pensamiento relacionados con la componente emotiva.
Esto se observa en algunas falsas creencias:
- creer que unos niños de la misma edad pueden estar en el mismo nivel de desarrollo, por lo tanto que se les puede enseñar utilizando métodos estándares (como si se tratase de un grupo homogéneo) y quien no se adecua a este método se le considera un caso “excepcional”;
- creer que los niños aprenden directamente a través de la presentación de informaciones y explicaciones, negando el valor de la experiencia en el proceso de aprendizaje.
El placer de aprender
La raíz de la palabra emoción viene del latín movere (mover, trasladar) con el prefijo e/ex (de, desde) y significa mover de/reaccionar a algo. Una emoción es entonces un impulso a actuar: una sensación, un pensamiento, una condición psicológica y biológica que caracteriza un estado mental al que acompaña una predisposición a actuar.

En la base de un proceso real de aprendizaje están las emociones y las interacciones, y no las informaciones. En esta dirección la mejor forma de aprendizaje es el aprendizaje a través de la experiencia que tiene lugar en un contexto relacional tanto de pequeño grupo, como en la relación individual con el educador. Así que, antes de trabajar sobre los procesos de aprendizaje, se tiene siempre que trabajar sobre las habilidades evolutivas básicas: la atención, la comunicación y la interacción.
Se deben reconocer las diferencias individuales de los alumnos y proporcionar las experiencias de desarrollo que todavía no han tenido lugar: esto a través de una relación empática y atractiva, en la que el niño pueda experimentar el verdadero placer de aprender. En ausencia de un marco emotivo-relacional significativo el proceso de aprendizaje se realiza de un modo mecánico, rígido y poco flexible, cuyos productos no se pueden generalizar.