Todo padre considera que dentro de sus obligaciones se encuentra la de proteger y guiar al niño en su desarrollo y, siendo esto cierto, ¿cómo saber hasta que punto hay que hacerlo? Un exceso de protección puede desembocar en un estilo educativo de sobreprotección, caracterizado por la limitación de la autonomía del niño y la generación de una dependencia desadaptativa para él.
Los padres y madres sobreprotectores evitan que el hijo realice actividades que consideran arriesgadas o peligrosas, dan constantemente consejos acerca de cómo “debe” y “no debe” actuar, realizan frecuentes llamadas de atención sobre riesgos o peligros, elogian o animan la búsqueda de apoyo y tienden a darle todo hecho.
Se considera que el fundamento de esta manera de relacionarse con los hijos podría deberse tanto a un sentimiento de hiperresponsabilidad (el progenitor se considera excesivamente responsable de su desarrollo, considera al hijo débil y que debe protegerle) o culpabilización, cuando el progenitor cree que no consigue proporcionar la mayor ayuda posible a su hijo o evitarle cualquier tipo de problema.