El periodo inicial de separación o divorcio de los padres es una situación estresante en cuanto supone una ruptura de un esquema preconcebido acerca de la estructura familiar, que puede llegar a exceder los recursos de comprensión y afrontamiento del individuo.
El estado emocional de los padres condiciona de forma relevante el ajuste de los hijos a la nueva situación familiar, en cuanto pueden transmitir sus estados emocionales a los hijos a menudo de forma involuntaria. Diferentes investigaciones (Yárnoz-Yaben, 2008, 2009 y 2010) han demostrado que existen algunas variables clave en la adaptación al divorcio de los progenitores (e indirectamente de los hijos): la capacidad de perdonar a la ex-pareja, la propia satisfacción vital, el estilo de relación (o de apego) general de la persona y el ejercicio de la coparentalidad.