En la última sesión del 28 de febrero 2023, la conversación giró alrededor de la comunicación dentro y fuera de la familia, cuando uno de sus miembros presenta un Trastorno del Espectro del Autismo (TEA).
Los padres remarcaron que, a menudo en casa, logran alcanzar cierta comunicación con su hijo/a, a pesar de las dificultades que muchos niños/as y adolescentes con TEA puedan presentar en el lenguaje, interacción social y regulación. El hecho de compartir todos los días la vida familiar con ellos, hace que los padres se conviertan en los que mejor conocen a su hijo/a, e intentan favorecer su espacio social y forma de comunicarse.
Aun así, la comunicación en el entorno familiar no deja de ser un reto, requiere un esfuerzo contínuo en aprender a decodificar y codificar los mensajes de una forma diferente a la forma institiva e intuitiva que se utiliza de manera espontánea.
Hablando de un niño escolarizado en educación infantil en un aula TEA, una madre comentó haber encontrado profesores sensibles y comprometidos, compañeros de clase y familias del centro muy disponibles y abiertos. Por otro lado la misma madre remarcó que la dificultad la encuentra fuera del colegio, cuando va con su hijo a un parque, o a un centro comercial, a un restaurante, o a un lugar público. En ocasiones su hijo con TEA puede mostrar un comportamiento inadecuado en el acercarse a otras personas, y no siempre los demás lo comprenden.
Este comentario me recordó un incidente del que fui testigo hace unos meses.

Al entrar en una cafetería ví a una señora que salía con dos niños con mucha prisa, entonces pensé que habían perdido algo. Cuando entré a la cafetería, había un señor discutiendo con unos clientes en una mesa, riñéndoles por lo poco comprensivos que habían sido.
Por las conversaciones y la intervención del personal de la cafetería, entendí uno de los dos niños que había visto salir con la madre tenía TEA. Al parecer se trataba de una niña con TEA que había hecho algo “diferente a lo esperado” o “no adecuado para la situación social de la cafetería”.
El personal de la cafetería me contó después que dos personas, sentadas a lado donde se encontraba la niña con TEA, habían reñido a la niña y a sus padres por su comportamiento. Luego habían comentado repetidamente, en voza alta, “¡qué maleducados son los niñ@s de hoy en día!”
Al parecer el padre de la niña había reaccionado en defensa de su familia, explicándoles que no era una cuestión de mala-educación. A pesar de ello, la madre se fue de la cafetería con sus hijos, llorando del disgusto.

Durante la sesión del espacio psicosocial, cuando las familias contaban sus experiencias incómodas y parecidas a la que asistí, se iba reafirmado en mí la necesidad de concienciar sobre el Trastorno del Espectro del Autismo.
Esto implica aclarar que el TEA es un trastorno del neurodesarrollo que altera la capacidad de relacionarse, comunicarse, gestionar comportamientos y funciones vitales. Esto no exime que se deba ayudar a un hijo o hija con TEA a regularse, comunicarse y relacionarse, pero tampoco se puede tachar a los padres de maleducar a su hijo. En este caso la mala-educación centra muy poco, más aún, si con el término “educación” nos referimos a su etimología de “ex ducere”, es decir, “sacar lo mejor de los demás”.
Con esto no me refiero a que necesariamente haya que darle una clase magistral a cada persona que nos encontremos, sería agotador y un sinvivir. Pero, sí al menos en las ocasiones que lo requieran, podamos decir: “mi hij@ tiene autismo, tiene una dificultad con las relaciones interpersonales y con la forma de comunicarse”, debería poder ser suficiente.