El reconocimiento de las emociones a través de las expresiones faciales es una de las primeras señales que el ser humano utiliza en la comprensión de los sentimientos e intenciones de los demás y se considera esencial para una interacción social exitosa.
Según diversas investigaciones, se trata de una habilidad que se desarrolla con la edad, mejorando a lo largo de la infancia y adolescencia. La trayectoria de desarrollo típico en tareas de reconocimiento facial emocional es además dependiente del tipo de emoción. Entre las seis emociones básicas, los niños tienden a reconocer la alegría de manera más temprana, mientras la sorpresa y el miedo en último lugar.
Las personas con un Trastorno del Espectro Autista (TEA) presentan dificultades para comprender estados emocionales e intenciones, anticipar las posibles reacciones y proporcionar una respuesta socialmente adecuada. Estas dificultades se manifiestan a través de un uso limitado del comportamiento no verbal, como la dirección de la mirada y las expresiones faciales y, de forma especial, a través de una dificultad en la reciprocidad emocional y social.
Diversas investigaciones en las últimas décadas han considerado que estas dificultades podrían guardar cierta relación con el reconocimiento de las emociones, y por este motivo se han centrado en analizar cómo perciben y reconocen las expresiones emocionales las personas con TEA.
A través del análisis de la forma de percibir y de los niveles de activación neurológica ante imágenes de expresiones faciales emocionales, las conclusiones de numerosos estudios apuntan a la existencia de patrones diferenciales tanto en la forma de percibir como en las áreas cerebrales activadas ante estos estímulos en las personas con TEA en comparación con personas con desarrollo típico.